Sobre El Parnasillo

En la Historia del Cine suele recordarse
el año 1927 como el momento en que apareció
el sonido. ‘El cantor de jazz’, de Alan Crosland,
está considerada la primera película sonora.
Los gorjeos de Al Jolson fueron el pistoletazo de salida para
el cine hablado, que desterraría de un plumazo toda
la raigambre del cine mudo y que, asimismo, apagaría
la luz de un buen puñado de estrellas que no supieron
adaptarse a la nueva tecnología. En esta época
de transición, una película muda sobresalió
por su excepcional belleza: ‘Amanecer’,
del prestigioso realizador alemán Friedrich
Wilhelm Murnau. Éste era su bautismo de sangre
en Hollywood, y no pudo haber comenzado con mejor pie. Se
dice que William Fox quedó ensimismado al ver los extraordinarios
movimientos de cámara que Murnau utilizó en
‘El último’, uno de sus últimos
trabajos para la UFA, y desde entonces se empeñó
en hacerse con sus servicios. El cineasta teutón gozó
para su primer trabajo en EE.UU. de unas libertades creativas
similares a las que años más tarde la RKO Radio
Pictures dispensaría a Orson Welles para el rodaje
de la mítica ‘Ciudadano Kane’, y como él,
no desaprovechó estas prebendas para elaborar una obra
magna. Pocas veces un director extranjero se ha granjeado
los parabienes de la crítica en su estreno en Hollywood
como Murnau. Quizá el caso que más se le parezca
sea el de Alfred Hitchcock con ‘Rebeca’. Por desgracia,
la prometedora carrera de Murnau se truncó demasiado
pronto. En 1931, cuando contaba 43 años, sufrió
un fatal accidente de coche en California en extrañas
circunstancias. Los más supersticiosos atribuyeron
este infortunio a una maldición que le perseguía
después de profanar lugares sagrados durante el rodaje
en la Polinesia de su obra póstuma: ‘Tabú’,
una película documental que dirigió conjuntamente
con el experimentado Robert Flaherty.
'Amanecer' es un drama con ribetes
cómicos, como la vida misma. Es la adaptación
de 'Pasaporte a Tilsit', una novela romántica de dudosa
calidad, pero de gran tirón popular, que contenía
un palmario y algo inocente elogio del matrimonio. Murnau
cogió este material y lo dotó de un gran calado
psicológico. En este proceso de reescritura le fue
de gran ayuda la colaboración de Carl Mayer, su guionista
más apreciado. Su
intervención fue esencial para acercar la película
a los postulados del Kammerspiel,
un movimiento cinematográfico paralelo al expresionismo
acuñado por el director teatral Max
Reinhardt (piedra angular en la evolución del
cine en Alemania y forjador de jóvenes talentos) y
del que su máximo exponente fue Carl
Mayer.
Los rasgos más notables del Kammerspiel son el relieve del análisis psicológico en contraposición a las tramas complejas, personajes comunes construidos como alegorías, el peso de la atmósfera (lo que se conocía como Stimmung), la intensidad de los sentimientos (el llamado Gemut) y, por último, una acción simple y lineal despojada de hojarasca. Esta tendencia a la concreción se tradujo en la voluntad de Murnau de limitar el uso de didascalias, hasta casi hacerlas desaparecer. Ya lo intentó antes con 'El último', y los productores se lo negaron aduciendo que crearía confusión en el espectador, y volvió a la carga en 'Amanecer' con idéntica suerte. Siendo ecuánimes, es justo señalar que el razonamiento de los productores no estaba exento de cierta lógica, si bien todo lo que sea interferir y castrar la creatividad del realizador es perjudicial para la obra. Puesto que no pudo prescindir de los intertítulos (aunque sí redujo considerable su número), los empleó con fines expresivos, como los que pasan de estado sólido a líquido cuando el atribulado protagonista planea la muerte de su mujer en la barca. Hay que darle la razón a Murnau en que la película se entiende perfectamente sin didascalias, lo cual es un logro tanto de él como de los actores.
El matrimonio está interpretado
por George O'Brien y Janet
Gaynor. Por razones obvias, 'Amanecer' fue la primera
producción en que Murnau no trabajó con actores
alemanes. Después de encadenar tres películas
con su inseparable Emil Jannings, a buen seguro que echó
en falta la enorme presencia del actor suizo en el set de
rodaje. O'Brien se maneja bien en el terreno del uxoricidio,
abarcando una amplia gama de matices que van de la pasión
y el arrebato por la mujer venida de la ciudad (Margaret Livingston)
a la aflicción y el arrepentimiento por su propósito
de acabar con la vida de su esposa. Gaynor, por su parte,
cumple a la perfección con su papel de mujer cándida
y sencilla. Al descubrir las aviesas intenciones de su marido
se nos muestra como un pajarillo asustado, y es entonces cuando
más ternura provoca en el espectador (cumpliendo así
uno de los fines del Kammerspiel). En el lado opuesto, también
nos enseña su naturaleza alegre y vivaracha cuando
perdona a su marido y baila con él en medio de los
vítores y aplausos de las otras parejas. 'Amanecer'
fue la película más celebrada de ambos en el
inicio de su carrera. Con posterioridad, O'Brien se especializaría
en el western y haría papeles secundarios bajo la batuta
de John Ford en filmes antológicos del género
como 'Fort Apache' y 'La legión invencible'.
Janet Gaynor tuvo una trayectoria más destacada, jalonada
por títulos como 'Contrastes', de Víctor Fleming,
y 'Ha nacido una estrella', de William Wellman, por la que
fue nominada.
En una época en que la técnica cinematográfica estaba en fase de construcción, 'Amanecer' es una obra madura y atrevida. El dinamismo de sus planos está muy alejado de la cámara fija que se usaba por aquel entonces. El virtuosismo de Murnau sólo es comparable al de Kubrick. Esta comparación no es baladí, en tanto en cuanto que los travellings que se pueden admirar en esta película se adelantan en varias décadas a la steady-cam que el director neoyorquino usaría en 'El resplandor'. En este sentido, sorprende ese movimiento de cámara que sigue al marido cuando acude al encuentro de su amante en el pantano. Es un travellig magistral que, sin percatarnos, se convierte en plano subjetivo para, a continuación, alejarse de la visión del personaje. Las huellas de sus pisadas en el barro y la luz de la luna que envuelve en un halo fantasmagórico a la mujer que le espera dan idea de la sima en la que se introduce el desventurado marido. La ciénaga resplandece de muerte en un uso de las sombras deudor de la lente expresionista de Fritz Arno Wagner y de Karl Freund, camarógrafos bien conocidos por Murnau.
Tan fascinantes como los movimientos
de cámara son los efectos especiales aplicados en algunas
imágenes. Hay abundantes sobreimpresiones y transparencias.
Es inolvidable la secuencia en que el seductor rostro de la
amante da vueltas en torno a la cabeza del atormentado marido
induciéndole a cumplir su ominosa promesa. También
sobresale la forma que Murnau tiene de contarnos los sueños
con que intoxica su corazón, antaño noble y
bondadoso. En el cielo oscuro en el que brilla la Luna con
palidez trémula y espectral, una transparencia muestra
los bailes de salón, el champán y el lujo de
la vida en la ciudad,
en tanto que la moderna Salomé se entrega a un baile
desenfrenado que enciende la pasión de su amado. 'Amanecer'
es, por encima de todo, un canto a la vida sencilla y recogida.
Así pues, la tensión entre la ciudad (opulenta
y frívola) y el campo (plácido y llano) vertebra
el eje del discurso. Este filme es, asimismo, un ejemplo de
cómo usar efectos en una historia naturalista.
‘Amanecer’ también marcó un hito al ser la primera película rodada en Movietone, un sistema revolucionario que imprimía el sonido en la imagen durante la grabación, y que desbancó al Vitaphone de la Warner, que era el que se usaba entonces.
El simbolismo está muy presente en la iluminación. El pueblo permanece oculto entre las sombras mientras la muerte (representada en la figura de la Luna) se cierne sobre el matrimonio. Esto permite una ambientación lóbrega similar a la de algunos cuadros de Rembrandt, como 'La ronda nocturna'. Este tenebrismo ya lo empleó Murnau un año antes en 'Fausto', cuando la epidemia de peste asolaba la población. Al final la oscuridad es disipada por los rayos de sol cuando rebrota el amor de la pareja, en un epílogo esperanzador que es testigo del romanticismo acrisolado del realizador. Llegados a este punto, se comprende mejor el subtítulo del filme: “Una canción de dos seres humanos”.
Murnau vio recompensado su excelente trabajo en ‘Amanecer’ con un Oscar a la Mejor Calidad Artística, el más importante de los que se entregaban en la ceremonia. Janet Gaynor y los directores de fotografía Charles Rosher y Karl Struss también obtuvieron su merecido reconocimiento.
Truffaut advirtió con suma tristeza que llegaría un día en que los cineastas serían juzgados críticos que no habrían visto una sola película de Murnau. Pues bien, los años no sólo han confirmado sus peores presagios, sino que los han redoblado. Hoy en día no ya sólo entre los críticos, sino también entre los cineastas más jóvenes el genial director de Bielefeld es un desconocido.
Óscar Bartolomé