Sobre El Parnasillo

No soy un fan de la Marvel ni de los cómics ni de los superhéroes, aunque, como todo niño de mente despierta y curiosa y con mucha imaginación y no menos fantasía, algo leí en mis ya lejanos años de la infancia; sin embargo, debo reconocer que Netflix ha hecho un excelente trabajo con las adaptaciones de ‘Jessica Jones’ y ‘Daredevil’, en especial con esta última.
Poco sabía del justiciero enmascarado y ciego de Hell’s Kitchen, más allá de su invidencia y de su traje rojo con cuernos que sólo vemos al final del último capítulo –y que no sé a vosotros, pero a mí se me hizo un tanto cantoso–, y gracias a la serie creada por Drew Goddard –director de fotografía de la estimable ‘Marte (The Martian)'– y apadrinada por Steven S. DeKnight (‘Spartacus’) sobre el personaje de Stan Lee, he podido conocer algo más de su particular y oscuro universo.
Charlie Cox es el encargado de dar vida a Daredevil, o, lo que es lo mismo, Matt Murdock, abogado probo, novato y defensor de causas perdidas, quien, junto con su amigo y socio Foggy Nelson (Elden Henson), crea un bufete con menos litigantes que litigios. En el reparto hay varios rostros conocidos: por un lado, la esbelta pelirroja de piel ebúrnea Deborah Ann Woll, a quien muchos recordarán como la vampira Jessica de ‘True Blood’, y que aquí interpreta a Karen Page, víctima de la organización criminal que domina la ciudad con puño de hierro y posterior secretaria del despacho de abogados Nelson & Murdock; y, por encima de otros nombres, Vincent D’Onofrio, quien con su oronda figura encarna al enigmático y poderoso Wilson Fisk (Kingpin), el archienemigo de Daredevil que pretende remodelar la urbe a su antojo deshaciéndose de cualquier obstáculo. Todos los amantes del séptimo arte guardamos en nuestra memoria cinéfila el indeleble recuerdo de Vincent D’Onofrio como el Recluta Patoso en la violenta e impactante ‘La chaqueta metálica’, del gran Stanley Kubrick. También aparece esporádicamente la atractiva Rosario Dawson en el papel de la enfermera Claire Temple, quien descubre a Daredevil herido de muerte en un contenedor de la basura y de ahí en adelante le ayuda a curar sus numerosas heridas de guerra mientras va asimilando su dualidad y su afán justiciero, mientras departe con él sobre cuestiones morales y ontológicas. No puedo acabar el capítulo interpretativo sin mencionar al reportero del New York Bulletin Ben Urich (Vondie Curtis-Hall), que ayuda a Karen Page en su cruzada contra las actividades delictivas de Wilson Fisk; a James Wesley (Toby Leonard Moore), su consejero, amigo y mano derecha; y al veterano Scott Glenn, que da vida al misterioso y siniestro Stick, el mentor de Daredevil cuando era un niño huérfano y empezaba a descubrir su increíble percepción sensorial.
Lo que más me agrada de las últimas adaptaciones del cómic –y éste es un rasgo ínsito a la nueva ficción televisiva– es la abolición del maniqueísmo, algo que sin duda les confiere una pátina de verosimilitud. Los buenos no son tan buenos y los malos no son tan malos. Matt Murdock combate el mal y defiende a los débiles cuando se enfunda el traje de Daredevil, pero, al mismo tiempo, lleva una doble vida y oculta su verdadera identidad a su mejor amigo, Foggy, quien, al enterarse de que el Diablo de Hell’s Kitchen y el desvalido Murdock son la misma persona, empieza a dudar de la verdadera naturaleza de su amistad. Asimismo, Wilson Fisk es despiadado, cruel y teleológico con todos los que se oponen a sus planes megalómanos, pero, a diferencia del clásico villano, también tiene un lado más amable y humano, y su amor por Vanessa, la galerista de arte, es tímido, generoso y auténtico. Llegados a este punto, conviene señalar que Vincent D’Onofrio consigue una gran interpretación al combinar el apocamiento propio de Kingpin, y su más que evidente dificultad para relacionarse con el género femenino, con los accesos de ira que le convierten en alguien alguien extremadamente peligroso y temible (el plano detalle, muy repetido, de cómo se ajusta los gemelos creo que ilustra a la perfección esta ambivalencia entre lo cohibido y lo sañudo). Después de todo, Matt Murdock y Wilson Fisk tienen mucho en común: una identidad oculta, una manera de actuar en la sombra, una infancia marcada por la tragedia y la pérdida de la figura paterna y una determinación inquebrantable en el convencimiento de que con sus acciones están ayudando a crear una sociedad mejor.
Otro detalle que ayuda a que las recientes adaptaciones del cómic sean bien recibidas tanto por la crítica como por los espectadores no familiarizados con las historias sacadas del tebeo es la humanización de los superhéroes, que ya no son de una pieza, ni invencibles ni integérrimos, sino seres más humanos y mundanos, sólo que con unas habilidades excepcionales y una personalidad en muchos casos poliédrica, rayana en la bipolaridad.
La fotografía, la composición de los planos y el acabado visual de ‘Daredevil’ son impecables, de una bella factura. Incluso hay un plano secuencia de una pelea en un angosto pasillo por donde van entrando y saliendo de campo numerosos matones que recuerda al de ‘Oldboy’. Ahora bien, a veces se me antoja un tanto irreal que Daredevil, en sus muchas y constantes peleas, nunca mate a nadie, aunque sea accidentalmente, limitándose a repartir patadas y puñetazos –muy acrobáticos y circenses y con la fuerza bien medida, eso sí–. En su descargo aduciré que este asunto, el dilema ético entre matar o no a los belitres y malhechores que extorsionan y sojuzgan a la población civil, ocupa buena parte de sus diálogos con Stick, quien carece por completo de esos escrúpulos morales y no entiende que él pueda tenerlos.
Habrá que ver cómo sigue en su segunda temporada, próxima a estrenarse, y en donde veremos a dos nuevas figuras: Frank Castle (Punisher) y Elektra, pero lo que no puede negarse es que ‘Daredevil’ ha sido una de las revelaciones de 2015.