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Series de televisión
Portada de Mad Men, serie creada por Matthew Weiner con Jon Hamm en el papel de Don Draper.

Mad Men, crítica, opiniones y personajes de la serie: Don Draper

Don Draper nos ha dejado, y esta vez su adiós es definitivo. ‘Mad Men’, una de las series más premiadas y ovacionadas de los últimos años, se despidió el pasado domingo con una season finale doble después de siete temporadas y media en las que nos ha regalado algunos momentos mágicos e inolvidables. Mucho se está especulando sobre el significado de sus últimos planos, con un Don Draper en pose meditativa (flor de loto) y con los ojos cerrados, en pleno trance, esbozando una alargada sonrisa y entonando ese Om, mantra de las religiones dhármicas (justo al final se oye el tintineo de una campanilla), y el famoso spot de Coca-Cola con que finaliza el capítulo y la serie, y cuyo mensaje no puede ser más naïf. Hay interpretaciones para todos los gustos, y probablemente todas sean igual de válidas e igual de erróneas, pero mi opinión es que Don, el otrora seguro y apuesto Don, se desmorona física y espiritualmente y cae en las redes de una secta liderada por Charles Manson, o por un sosias de éste, y a partir de ahí su destino no puede ser más lúgubre y funesto. ¿Y el anuncio de Coca-Cola? Hay quien interpreta que, después de reencontrarse a sí mismo en ese retiro espiritual, o de entrar en contacto con su zen, Draper vuelve a McCann para crear ese antológico anuncio publicitario (conocido como Hilltop, y creado por Bill Backer, director creativo a la sazón de McCann Erickson, que vio en el popular refresco un catalizador social), y, la verdad, ésa es una teoría que no puedo desmentir ni confirmar, aunque, como digo, a mí no me cuadra mucho dicha hipótesis, porque ¿cómo puede resultar positivo, inspirador o beneficioso para alguien meterse en una comuna hippie, que en realidad más parece una secta dirigida y comandada por un fanático y psicópata émulo de Charles Manson, quien, junto a su ínclita Familia, a la postre acabaría asesinando a la malograda Sharon Tate? Aunque es verdad que estos hechos ocurrieron en el año 69, y el final de ‘Mad Men’ se remonta al 71. Tal como yo lo veo, Don Draper nunca antes había sido un hombre tan loco –un mad men– como en su deriva existencial de estos últimos capítulos, donde acaba convirtiéndose casi en un vagabundo y viviendo a salto de mata y con lo puesto. Por cierto que “mad men” era la expresión con que se conocía a los publicistas que trabajaban en Madison Avenue durante la década de los 50.

Don Draper, interpretado por Jon Hamm, es el protagonista absoluto de 'Mad Men', el director creativo de la agencia publicitaria Sterling Cooper.Elucubraciones aparte, lo que está fuera de toda duda es que ‘Mad Men’ es ya historia de la televisión, como lo fueron antes que ella ‘The Wire’ o ‘Breaking Bad’. Sólo su vestuario, su estilizada fotografía y la recreación tan lograda y detallista de la América de los años 60 le han merecido incontables halagos. Pero ‘Mad Men’ es mucho más que la ambientación de una época, de una esfera social y de un trabajo, el de publicista, que pocas veces había tenido cabida en la ficción televisiva. Sus personajes, y en especial Don Draper, tienen una psicología compleja y experimentan una evolución en el transcurso de la serie que los hacen atractivos para el espectador más exigente.

‘Mad Men’ es una serie creada por Matthew Weiner, quien se dio a conocer como guionista de la estupenda ‘Los Soprano’, una carta inmejorable de presentación y un caldo de cultivo ideal para foguearse en la televisión por cable. Allí trabajó a las órdenes de David Chase, y seguro que aprendió mucho de él. Por lo visto, Matthew concibió la idea de la serie muchos años atrás, hasta que finalmente una productora de nuevo cuño como AMC decidió apostar por él, y en poco tiempo se convirtió en una de sus series de culto y referencia a nivel mundial. Don Draper es un personaje equiparable a Tony Soprano, por lo que se refiere a su narcisismo y a su fuerte personalidad y al modo en que magnetiza la serie y al resto de personajes, y Matthew Weiner siempre será recordado por haberlo creado, de la misma manera que Jon Hamm siempre estará asociado a su imagen de dandi y seductor impecablemente vestido (lo cual no siempre es bueno, pues suele suceder que luego te encasillan).

Roger Sterling, Don Draper y Pete Campbell, tres de los protagonistas de 'Mad Men'.Sé que ‘Mad Men’ tiene un gran número de incondicionales para quienes seguramente sea una serie perfecta, o casi, pero, sin intención de menospreciar su grandeza y sus aciertos, que los tiene, y no son pocos, a mi modo de ver también cuenta con varios defectos que lastran el resultado final. El principal –y esto es obviamente una opinión personal, y como tal, subjetiva– es que la serie pierde casi toda su tensión dramática en el momento en que se revela el secreto de Don Draper y su verdadera identidad, con ese nombre tan enigmático, Dick Whitman, que traducido al castellano sonaría obsceno, si bien su sexualidad implícita ilustra a las claras la inclinaciones venéreas del personaje. A partir de ese momento se produce un bajón narrativo y algunas transformaciones difíciles de explicar, como que Pete Campbell (Vincent Kartheiser), el repelente y advenedizo Pete, que hasta entonces había sido el enemigo acérrimo de Don, su némesis y su azote, y que había hecho todo lo posible por perjudicarle en lo personal y en lo laboral, sacando a la luz todo ese oscuro pasado enterrado bajo capas de ropa cara y perfumes de mujer, su falsa identidad, su suplantación y la usurpación del nombre (y, lo que es aún más grave, su deserción del ejército), poco después, no se sabe bien por qué, se convierte en el principal valedor y en el mejor aliado de Draper.

Otra cosa que no ayuda mucho al desarrollo de los personajes y a comprender sus motivaciones son esas elipsis tan bruscas y esos saltos temporales y espaciales que lo único que hacen es descolocar al espectador, sobre todo cuando acaba una temporada y empieza la siguiente. Entiendo que en una serie tan coral donde hay tantos personajes es imposible dotar de la misma profundidad a todas las tramas y unificarlas (es el mismo problema de ‘Juego de tronos’), pero llega un punto, sobre todo a partir de la cuarta temporada, en que la narración no puede ser más caótica y deslavazada, y esa incoherencia narrativa afecta al modo en que los personajes evolucionan, o dejan de evolucionar. Algunos, como Joan Holloway (Christina Hendricks), Betty Francis (January Jones) o el propio Pete, se ven muy desplazados y desdibujados, y pasan de ser protagonistas a meros comparsas. Incluso Peggy Olson (Elisabeth Moss), uno de los personajes principales, tiene tramas muy inconexas, sobre todo en lo referido a sus aventuras sentimentales, y esto se agudiza cuando se fusionan las agencias y aparecen un montón de creativos publicitarios con pinta de becarios que poco aportan a la historia. Y algo similar ocurre con el propio Don Draper, cuyas conquistas amorosas y rupturas matrimoniales se suceden y eso, que al principio tenía su gracia y su razón, acaba por desembocar en algo rutinario y anodino y, lo que es peor, previsible. Quizás el único personaje que mejora en el tramo medio-final de la serie es Roger Sterling (John Slattery), a quien confieso que al principio detestaba, pero que con el tiempo me llegó a suscitar simpatía. El hecho que la agencia Sterling Cooper experimente tantas fusiones, desapariciones y refundaciones, dando lugar a un galimatías de siglas (Sterling Cooper Draper Pryce), abunda en esa idea de caos y confusión. Aunque, claro, si de algo trata ‘Mad Men’ y la publicidad, por ende, es de reinventarse y de hacerse a uno mismo, como Donald Draper, ese hombre salido de la nada y que alcanza la cima profesional.

Roger Sterling, socio fundador de Sterling Cooper, relaciones públicas y hombre de negocios, se da a la buena vida.La absorción (una OPA hostil en toda regla) de Sterling Cooper por una mayor como McCann (me gusta su lema, “Truth Well Told”) supone el punto final y la disgregación de todo el entramado financiero y de toda la plantilla que componía la antigua agencia de publicidad neoyorquina desde que la conocimos, y que ya sufrió un duro varapalo con el deceso de uno de sus socios fundadores, el excéntrico Bertrand Cooper (Robert Morse), cuya musical despedida fue uno de los puntos álgidos y el culmen de la pasada temporada. A partir de ahí cada uno toma sus propias decisiones personales y profesionales y, en definitiva, sigue su propia vida al margen del resto, y se puede decir que la mayoría encuentra la felicidad (excepto Betty, claro está, que tiene que lidiar con su propia muerte, y Sally, que pronto se quedará huérfana, y que en esos momentos de aflicción se muestra más unida que nunca a su madre, con quien nunca había congeniado), o cree encontrarla. Esa forma de concluir sus capítulos vitales se me antoja un poco convencional, amén de precipitada, y más para una serie que si se había caracterizado por algo era por no dejar sus tramas cerradas.

Cabe señalar que Betty es un personaje harto curioso, como también lo es ese final que Matthew Weiner ha escrito para ella. Elegante, altiva, displicente, frívola, con una belleza fría que la hace casi inaccesible, como una princesa de hielo o una Grace Kelly antipática –valga el oxímoron–, nunca fue un personaje muy querido por la audiencia (y pienso en Skyler de ‘Breaking Bad’, y en tantas otras mujeres de la ficción televisiva que, por oposición a sus maridos, se tornan odiosas), y sin embargo, la enfermedad humaniza a cualquiera. Sorprendentemente, este personaje es casi calcado al que January Jones ha interpretado hace poco en la divertida serie ‘The Last Man on Earth’, y eso que aquí actúa en una comedia.

Betty Francis (January Jones), es el personaje que peor parado sale en el desenlace de 'Mad Men'.‘Mad Men’, como he dicho, es un crisol o un friso donde se reflejan las tendencias sociales y artísticas que dominaron una época convulsa en una sociedad en permanente cambio, como el movimiento hippie y las protestas por la Guerra de Vietnam, la liberación sexual y la emancipación de la mujer y su incorporación al mundo laboral, el adulterio, la experimentación con las drogas –Roger y sus viajes lisérgicos– y, sobre todo, el tabaquismo (todos fuman de una forma compulsiva) y la adicción al alcohol (en ningún despacho puede faltar un minibar, y lo primero que hacen todos los jefes al recibir a sus socios o empleados o clientes es ofrecerles una copa). Todos los personajes se ven envueltos en esta vorágine social, y a través de sus cuitas y alegrías y logros y fracasos podemos llegar a comprender el signo de su tiempo (zeitgeist). Pero no sólo los decorados y el vestuario coadyuvan a lograr ese efecto de verosimilitud; también la música pone su parte, como las canciones clásicas de los 60 ‘Bonnie and Clyde’, de Serge Gainsbourg y Brigitte Bardot, o ‘Zou Bisou Bisou’, de Jessica Paré, que canta Megan en el cumpleaños de Don.

Algo que también quedará para el recuerdo de ‘Mad Men’ son sus originales títulos de crédito, con los rascacielos, los omnipresentes anuncios comerciales y esa figura trajeada y silueteada (Don Draper) que va cayendo y cayendo (¿a los infiernos?) mientras suena la música ‘A Beautiful Mine’ de RJD2. La tipografía y los colores, negro y rojo, son sobrios y elegantes, toda una imagen de marca.

Ahora que acaba de finalizar la serie se han disparado los rumores de que podría haber un spin-off, pero no me parecería lógico y no le doy ningún crédito, porque, más allá de la figura central de Don Draper, que lo capitaliza todo, ‘Mad Men’ no tiene ningún personaje secundario tan apasionante que pueda justificar por sí solo una secuela o una continuación, como Saul Goodman en ‘Breaking Bad’.

Sin duda que echaremos de menos ‘Mad Men’ (yo, por mi parte, confieso que una de las cosas que más echaré de menos es la simbología de esos ascensores donde cualquier encuentro es posible), y más porque esta última temporada ha sido mejor que las anteriores, pero siempre nos quedará su recuerdo, su marchamo de calidad y la posibilidad de volver a visionarla.

Créditos de 'Mad Men'

Tags: Mad Men, Matthew Weiner, Don Draper, Jon Hamm, Pete Campbell, Vincent Kartheiser, Roger Sterling, John Slattery, Peggy Olson, Elisabeth Moss, Joan Halloway, Christina Hendricks, Betty Francis, January Jones, Bertrand Cooper.

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Óscar Bartolomé

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