Sobre El Parnasillo

Para muchos aficionados al cine la ceremonia de los Oscars es un ritual ineludible. Calidad y premios parecen unirse en esa noche que decidirá el lugar que ocupará cada film en la historia de la cinematografía. Desde este prisma, algunos directores como Alfred Hitchcock, Howard Hawks o Martin Scorsese no pasarían de ser cineastas del montón. Este último parece gafado con dichos galardones, pues, habiendo sido varias veces favorito para hacerse con la estatuilla, ha visto cómo se le escapaba de las manos en el último instante. (*)
Sin embargo, Scorsese es uno de los
mejores cineastas de hoy en día, siendo los estrenos
de sus películas todo un acontecimiento. Es
además uno de lo más cinéfilos directores
del momento, cosa que puede apreciarse en sus obras. A diferencia
de la actual hornada de videocliperos, Scorsese ha amado el
cine toda su vida.
Él fue uno de esos directores que surgieron en los setenta, y que crearon una nueva forma de hacer cine, que rompía con lo anterior, y que daba la puntilla al ya en imparable decadencia sistema de estudios. A ese grupo podríamos añadir nombres tan ilustres como Steven Spielberg, Brian De Palma, o George Lucas, quien consiguió uno de los más rotundos éxitos a partir de su célebre saga de ‘La Guerra de las Galaxias’.
La filmografía de Scorsese cuenta con varios géneros en su haber, si bien temas como la violencia, la locura, o la ciudad de Nueva York son recurrentes en muchas ocasiones. Quizás tras Woody Allen, Scorsese sea quien más haya mostrado al espectador “la gran manzana”. Empero, mientras Allen nos intenta mostrar de forma edulcorada la belleza de esa mole de hormigón, Scorsese suele sumergirse en los infiernos más sórdidos y corrompidos de la urbe.
Tal es el caso de ‘Taxi
Driver’ (1976), que narra la historia de un excombatiente
en Vietnam, un hombre solitario al borde de la locura. La
figura del combatiente que regresa perturbado, a la vez que
encuentra vacía su existencia, ya ha sido muchas veces
tratada en cine y literatura, pero tal vez ésta sea
una de las más acertadas. Travis
Bickle (Robert De Niro)
es un hombre sumido y encerrado en su soledad, siempre con
un aire taciturno y errante, de quien camina sin rumbo. Cuando
acepta un empleo como taxista, encuentra algo en qué
ocuparse, algo que, en cierta forma, da sentido a su vida
y le convierte en alguien. Pero
el contacto con las calles de Nueva York le acaba transmutando
en un psicópata, un hombre violento que no ve más
forma de solucionar los males de la sociedad que pasando a
la gangsteril venganza.
Recorriendo las noches neoyorquinas, Travis se encuentra con un erebo lleno de traficantes, rateros, rameras, drogadictos, pandilleros, y la más variopinta fauna nocturna. Su famosa frase representa el compendio de su particular ideario: “Ojalá una lluvia cayera sobre esta ciudad y limpiara toda esta escoria”. Además, el contacto con sus clientes le hará presenciar en directo sus objetos de ojeriza. En su diario, este perturbado chofer narrará sus experiencias y obsesiones valiéndose de voz en off, recurso que resulta acertadísimo en la estructura del film. Y es que en su penosa existencia, Travis opta por encabritarse contra todo aquello que le rodea, llevándole a una situación límite. Tratando de encontrar ayuda para escapar de su psicosis, pide consejo a Wizard, “El Brujo” (Peter Boyle), un veterano taxista que hace las veces de oráculo para todos los colegas de profesión. Encontrando como única respuesta una serie de tópicos (todo se arreglará, diviértete,...), Travis decidirá optar por lo drástico. Un singular contrabandista y traficante, cómico en su repugnancia, es quien surte a Travis de todo un arsenal de armas de fuego, con las que empezará a entrenarse para matar. Hablándole al espejo, Robert De Niro dejó una de las imágenes más famosas de la historia del cine.
En un final tan violento como inolvidable, De Niro, con una cresta a lo mohicano, se transformará en un demente asesino, un orate considerado héroe por quienes sacan provecho de su carnicería, osease los padres de Iris (como se verá después).
Todo esto nos lleva a mencionar por
primera vez a uno de los grandes artífices de ‘Taxi
Driver’, Paul Schrader,
guionista y director que escribió esta curiosa historia
(ya antes había mostrado su interés por el género
negro y la violencia con el guión de ‘Yakuza’).
Cuando
el guión llegó a manos de Scorsese, éste
no se lo pensó dos veces, y viendo a su amigo De Niro
como al Travis ideal, obtuvo como fruto la resulta ya conocida.
También mención muy especial merece la excelente música de Bernard Herrmann, archifamoso compositor de algunos de los mejores films de Alfred Hitchcock (entre ellos el célebre tema de ‘Psicosis’). El melancólico blues que acompaña toda la película se convirtió en la obra póstuma de este genio, que murió al poco de finalizar su creación. Este detalle no pasó en balde para Scorsese y los productores, que en los créditos finales guardaron un lugar especial para tan ínclito colaborador.
Pero, entre las muchas cosas que me fascinan de ‘Taxi Driver’, quizás me quede con los dos personajes femeninos. Pocas veces una película ha retratado de forma tan bella a dos mujeres tan distintas.
Para empezar tenemos a Cybill
Shepherd, quien siempre será recordada por compartir
protagonismo con Bruce Willis en la serie de los 80, ‘Luz
de Luna’. Shepherd
era por aquel entonces una bellísima rubia que había
sido descubierta por Peter Bogdanovich, infravalorado director
con quien, además, mantuvo una relación sentimental.
La presentación de su personaje, Betsy, no puede ser
más reveladora. Shepherd aparece caminando, vestida
de blanco, mientras Scorsese sentado en segundo plano, y haciendo
su primer cameo en el film, centra su atención en la
actriz, siguiéndola con la mirada. A la par que la
simbología entre la albura, pureza y candidez esta
óptimamente visualizada, Travis habla de “su
chica” como de una belleza a la que toda esa suciedad
que la rodea no puede ni siquiera tocar.
Travis, totalmente inexperto con las mujeres, la considera una ninfa a quien idolatrar. Pero, cuando pasa a la acción, sus pésimas o nulas dotes de seductor saldrán a la palestra. Si bien su rareza produce, al principio, un efecto beneficioso en Betsy, que se siente intrigada por el personaje, la total carencia de vida social de él le lleva a algo tan ridículo y bochornoso como invitar a su dama a un cine porno. Sorprendido y avergonzado en su inocencia e insensatez, Travis intenta pedir disculpas a Betsy, pero cuando comprueba que el distanciamiento es un hecho, opta por comportarse como un novio resentido, llegando a entrar en la oficina de su ex para increparla públicamente.
Betsy trabaja como relaciones públicas
para un tal Palantine, candidato a la presidencia de los Estados
Unidos. Desde su perspectiva nihilista, Travis utiliza su
ficticio interés por el programa electoral de dicho
candidato como burdo ardid para acercarse a esa beldad que
tanto le obceca. Más
tarde, el propio Palantine será cliente del taxista,
y entre ambos, demente y político que intenta captar
votos, tendrá lugar una peculiar conversación.
La progresiva vesania de Travis convertirá el asesinato
de Palantine en objetivo final.
La segunda figura femenina del film corresponde a Iris, una adolescente que ejerce la prostitución, interpretada por, a la sazón niña prodigio, Jodie Foster. Con una ostensible vestimenta de meretriz que incluye pantalones cortos, tacones altos, un elegante sombrero y una colección de extravagantes gafas de sol, que harían las delicias del mismísimo Elton John, Foster consiguió una de sus caracterizaciones más logradas y conocidas.
Tras un primer encuentro en el que
Iris entra en el taxi, esta prematura rabiza se convertirá
en la obsesión de Travis, quien centrará todos
sus esfuerzos en intentar alejar de tan poco recomendable
ambiente a esa niña. Entre ambos se establece una relación
entrañable. Cuando Iris conduce a De Niro al lecho
donde ejerce tan triste oficio, éste se gana las simpatías
de todos al observar que sus intenciones son ayudar a la chiquilla,
a diferencia de los demás clientes que han pasado por
esa habitación. Para rematar su declaración
de intenciones, Travis propone a Iris que sean amigos, citándose
a la mañana siguiente para desayunar. Ese humilde ágape
marcará profundamente a Travis, que conocerá
cómo Iris se fugó de casa y pasó a ser
carnaza para proxenetas. En este caso para el chulo Harvey,
o Sport, como es llamado por Iris, interpretado por el camaleónico
Harvey Keitel. Él
se vale de Iris para su repugnante trabajo, mientras que ella,
totalmente inconsciente, se siente especial y querida dentro
de ese execrable ambiente que le rodea. Resulta, al margen
de lo dramático, risible que ella busque una justificación
tan absurda como el zodiaco y sus supuestas compenetraciones:
“Sport es Libra. Yo también
soy Libra. Nos entendemos bien”, alega con la
mayor inocencia.
En otro orden de cosas, lo que menos me gusta del film es, precisamente, la antes mencionada escena del tiroteo final. Con una violencia y crudeza desmesurada, que recuerda a la de Tarantino, la secuencia me chirría demasiado, resultándome a la vez desagradable y artificial. Mucho mejor es el siguiente plano, donde Scorsese, haciendo gala de su dominio de la cámara, nos ofrece una perspectiva aérea de todo el desaguisado ocurrido. Desde la habitación de Iris, la cámara ira realizando un travelling por el pasillo, hasta salir del edificio. Ralentizando la imagen se consigue dar una tremenda sensación de horror y desastre.
Otro buen detalle, se encuentra en el final de la película, al contarnos el destino de los personajes de una forma rápida, condensada y concisa, pero a la vez dejando el final abierto. El director utiliza como truco algunos recortes de periódico y una carta escrita por los padres de Iris. Para éstos, Travis se transformó en un héroe vengador que les devuelve a su hija. Resulta curioso cómo una casualidad hace que Travis pase de ser un villano a héroe, pues si su frustrado asesinato al candidato hubiese tenido éxito, muy distinto habría sido su final. Así de caprichoso es el destino. En cuanto al último plano, en el que nuestro protagonista ve algo extraño en el retrovisor de su vehículo, deja bien a las claras que se ha convertido en un peligroso arma; Travis no deja de ser un chiflado con capacidad para sembrar el terror.
Una curiosidad a destacar es el segundo cameo de Scorsese como actor. Ya hemos hablado de su pequeña aparición en el primer plano de Cybill Shepherd, no obstante mucho más importante es la segunda. En su faceta de actor, y ejerciendo como uno de los clientes de Travis, se nos muestra como un cornúpeta, que después de espiar a su mujer, relata al taxista sus intenciones de vindicta. Mientras el espectador contempla esta escena no puede dejar de preguntarse quién es el más loco, si cornudo o chofer.
Para terminar con la figura del director,
y para volver a dejar patente su talento, recordaré
que entre sus películas podemos encontrar algunas tan
emblemáticas como: ‘Toro salvaje’ (1980),
centrada en la figura del boxeador Jake LaMotta; ‘Uno
de los nuestros’ (1990), sobre los entresijos del mundo
de la mafia; el thriller ‘El cabo del miedo’ (1991),
remake de ‘El cabo del terror’ con Gregory Peck
y Robert Mitchum; ‘La edad de la inocencia’ (1993),
exquisita adaptación de la homónima novela de
Edith Warton; o ‘Gangs of New York’ (2002), que
se asemejaba a ‘Uno de los nuestros’, pero desde
un punto de vista histórico que resultaba muy beneficioso
para el film. Su, hasta la fecha, último trabajo, ‘El
aviador’ (2004), es un biopic del famoso y excéntrico
magnate Howard Hughes, con la que homenajea a su amado cine
del Hollywood clásico. Conviene resaltar que Scorsese
también ha destacado por sus abundantes ensayos sobre
cine, por su dirección de vídeos musicales como
el célebre ‘Bad’ de Michael Jackson, o
documentales como el recientemente estrenado ‘No direction
home: Bob Dylan’, acerca de la vida del famoso cantautor
norteamericano.
Diremos que ‘Taxi Driver’ consiguió la célebre Palma de Oro en el Festival de Cannes, y asimismo tuvo cuatro nominaciones al Oscar: mejor película, mejor actor para Robert De Niro, mejor actriz de reparto para Jodie Foster, y mejor banda sonora para Bernard Herrmann. Ninguna de las nominaciones recibió la estatuilla (‘Rocky’ fue la gran triunfadora de la noche), pero nadie duda que la película ha perdurado en el tiempo como un auténtico clásico. ¿Son de verdad tan importantes los premios?
*Esta crítica fue escrita antes de 2006, año en que Scorsese por fin obtuvo el Oscar (y quizás cuando menos se lo merecía) con su película 'Infiltrados' (The Departed).
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