Sobre El Parnasillo

Hay series herméticas, difíciles de penetrar, como una abstrusa partitura o un extraño jeroglífico, que tras el primer capítulo casi invitan a su defección, pero que superado ese primer obstáculo, luego te enganchan de tal manera de ya no puedes dejar de verlas de un tirón (lo que en el argot televisivo se conoce como binge-watching). Una de ellas, tal vez el paradigma de este enunciado, es ‘The Wire’, de David Simon, sin duda una de las mejores series de todos los tiempos y cabeza de cartel de la HBO (Home Box Office). Y hay personajes televisivos que te dejan marcado, como Stringer Bell, encarnado por un inspirado Idris Elba.
‘The Wire’ está rodada en forma de falso documental o cinéma vérité, lo que le confiere una apariencia de verosimilitud. Baste decir que es el mejor retrato del mundo de las drogas y de la corrupción política que se ha hecho para la pequeña o para la gran pantalla, y que abarca todos los ámbitos, desde el pequeño traficante que vende viales o papelinas en la esquina al yonqui que se pincha cualquier porquería, pasando por la unidad de narcóticos y la de homicidios y todos los tejemanejes de la cadena de mando policial y los vericuetos políticos.
El creador de ‘The Wire’, David Simon, fue durante años redactor de la crónica negra de Baltimore, por lo que conocía bien las calles y la profesión periodística que luego centraría el hilo argumental de su quinta temporada. Antes de ‘The Wire’ ya había dirigido una serie para la HBO titulada ‘The Corner’, que también trataba sobre la venta de droga al por menor y la lucha entre bandas por hacerse con las esquinas. Posteriormente dirigiría ‘Treme’, una serie ambientada en Nueva Orleans después del Katrina.
El personaje más recordado de ‘The Wire’ es Stringer Bell, interpretado magistralmente por Idris Elba (luego protagonista de ‘Luther’), un chico del barrio que, a diferencia de su amigo y socio Avon Barksdale, jefe de la banda, soñó con convertirse en un gran narco y hombre de negocios. Cuando Jimmy McNulty (Dominic West) le sigue en coche y descubre que está estudiando Economía en la Facultad, su cara de sorpresa (y la nuestra) es para enmarcar.
Como suele pasar en este tipo de ficciones, el espectador se siente más atraído por los delincuentes que por los policías, aunque la rebeldía y el alcoholismo de McNulty y de su inseparable compañero de farras Bunk (Wendell Pierce, quien repitió con Simon en 'Treme'), así como la sagacidad de Lester Freemon y la catártica transformación del problemático agente Pryzbylewski en abnegado profesor, sean algunos de los puntos fuertes de la serie.
Junto con el ya mencionado Stringer Bell, Omar Little (Michael K. Williams), esa especie de Robin Hood callejero que roba a los traficantes, en especial a la banda de Barksdale, es probablemente el personaje más querido. Es imposible no sentir aprecio por este ladrón de los suburbios que se rige por un estricto código moral (como un samurái y su bushido), que colabora con la policía sin ser un chivato y que jamás da un golpe a quien no lo merece. Sus diálogos y su cordial entente con el hermano Mouzone (otro personaje con todas las de la ley) son de lo más destacado de la serie. Después de convertirse en una leyenda de las calles de Baltimore, la forma en que encuentra la muerte es de lo más ridícula.
Bubbles (Andre Royo) representa otro punto de vista de la historia, el del yonqui y trapichero de poca monta que lucha por salir de la adicción y la marginalidad. Su simpatía natural, inasequible a los reveses de la vida, le convierten en uno de los personajes más entrañables.
D’Angelo Barksdale (Larry Gilliard Jr., ahora Bob en ‘The Walking Dead’), el sobrino de Avon con cuyo juicio empieza todo, es otro personaje carismático, un buen hombre metido en un mundo donde no encaja que, por supuesto, termina mal (su asesinato es de lo más crudo y violento).
Y luego están, por supuesto, Marlo Stanfield y sus secuaces Chris y Snoop, todos ellos asesinos sin escrúpulos de una nueva generación aún más despiadada que la anterior que finalmente acaba por arrebatarle el trono a los Avon Barksdale y compañía. La vida en las calles de Baltimore es dura, y los reinados, breves. En uno de los últimos capítulos, el taimado abogado Maurice Levy (especialista en defender a traficantes), intenta guiar a Marlo por el más seguro camino del magnate de la droga, aquello en lo que quiso convertirse Stringer Bell o en lo que ambicionaba ser Proposition Joe, pero pronto queda claro que Marlo no está hecho para vestir de traje y corbata, y que el olor de la sangre es lo único que le estimula. Aunque haga mucho dinero, nunca será un empresario, sino un pandillero, exactamente igual que Avon. Nada que ver, tampoco, con Spiros Vondas y el Griego, dos personajes misteriosos, sin identidad ni rostro, que se mueven por las más altas esferas, con contactos en Washington y en el FBI.
Es un hijo de puta difícil de civilizar”, le dice Prop Joe a Slim Charles sobre Marlo.
La radiografía social de ‘The Wire’ es una instantánea panorámica, y en cada temporada se nos muestra una pieza más de ese inmenso puzle que es la sociedad de Baltimore, Maryland (aunque seguro que podría extrapolarse a muchas ciudades americanas): las esquinas, el puerto donde entra la droga, la intrincada jerarquía policial, las campañas políticas (ojo al alcalde Carcetti, Meñique en ‘Juego de Tronos’), los colegios donde empiezan a formarse los futuros delincuentes, niños marginales y desamparados en un sistema que no los tiene en cuenta, y el cuarto poder, la prensa. Además, coincidiendo con el cambio de enfoque, en cada temporada también varía la versión del tema principal que suena en los títulos de crédito: ‘Way Down in the Hole’, del eximio Tom Waits. Por este orden, los intérpretes son: The Blind Boys of Alabama, Tom Waits, The Neville Brothers, DoMaJe y Steve Earle. Es difícil decir cuál me gusta más.
Way Down in the Hole
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Óscar Bartolomé