Sobre El Parnasillo

Es de todos conocida la pasión que desata 'Star Wars' entre su nutrido grupo de fans, pero a raíz del estreno de su última precuela se han visto escenas que superan en extravagancia y pintoresquismo la desaforada imaginación de un Tim Burton en plena ebullición creativa. Uno puede entender que haya expectación por conocer el tránsito de Anakin Skywalker al lado oscuro de la fuerza, principal interés de esta película que cierra el círculo abierto hace veintiocho años con 'La guerra de las galaxias', pero resulta difícil digerir lo estrambótico de la puesta en escena que acompaña al lanzamiento de cada continuación de esta mítica saga galáctica. Hasta ahora habíamos visto a una legión de seguidores enfervorizados apostados a la puerta de los cines y embutidos en disfraces de los personajes de la saga: desde Luke a Leia, pasando por Darth Maul (la nueva trilogía ha abierto considerablemente el abanico de posibilidades). Esa estampa formaba parte del paisaje, pero con 'La venganza de los Sith' la locura ha estallado.
La televisión nos ha ofrecido imágenes de lo más variopintas. Miles de fanáticos repartidos por todo el planeta han salido a la calle para celebrar el acontecimiento vestidos para la ocasión. No ha faltado el duelo entre espadas láser ni la máscara de Darth Vader. Los congregados se movían cual coribantes en una ofrenda a Cibeles, o, por hacer un símil más acorde a los tiempos que corren, como el público que acude en masa a bailar 'María Caipirinha' siguiendo el carnaval de Carlinhos Brown. La imagen que más me ha llamado la atención ha sido la de un mexicano disfrazado de morador de las arenas que gruñía como un energúmeno mientras blandía una lanza sobre su cabeza. Me pregunto: ¿hace falta llegar a ese extremo de patetismo para demostrar que una película te gusta? Dudo que por ponerte el disfraz de Chewbacca vayas a disfrutar más del filme; en todo caso, lo que conseguirás es perecer de asfixia y, con un poco de mala suerte, estorbar la visión al que se sienta detrás. Es el mismo fenómeno que ocurre con las tribus urbanas. Hay mucha gente que es insegura por naturaleza y que necesita reforzar su identidad exhibiendo los rasgos distintivos de un grupo. Sólo así sienten que están integrados esa comunidad.
Pese a lo llamativo de estas manifestaciones, hay dos hechos que han destacado por su naturaleza excepcional (y demencial). El primero de ellos es la cantidad de personas de todas las nacionalidades que con un mes de antelación al estreno se habían asentado en el Teatro Chino de Los Ángeles para tener el privilegio de ser los primeros en ver 'La venganza de los Sith'. Hay que señalar que en este cine es donde se habían estrenado todas las películas anteriores de la saga, por lo que para los seguidores más acérrimos representa una especie de santuario. Pues bien, a pesar de que los productores de la FOX decidieron cambiar de sala de exhibición para su estreno, estos obcecados individuos no han querido moverse de allí ni a punta de pistola. Ni siquiera han aceptado la conciliadora propuesta del director de escoltarles con unos soldados de asalto hasta el nuevo recinto. Han rechazado esta gracia, y me temo que seguirán pasando las noches al raso sin ver el desenlace de la trilogía. Al pensar en estos sujetos no puedo evitar preguntarme qué clase de trabajo tendrán que les permite pasarse un mes de asueto, o si tendrán una familia que alimentar. Sea como fuere, descuidar tu vida por mor de una película no es muy inteligente.
El segundo hecho sorprendente es la existencia de un religión de caballeros Jedi fundada por unos fans australianos. La organización agrupa a cerca de 70.000 miembros sólo en el país austral, de modo que rebasa con holgura el número mínimo exigido para ser considerado un culto (de hecho, haciendo una lectura estricta del censo es la cuarta religión con mayor número de adeptos) . ¿En qué cabeza cabe fundar una religión sacada de una película cuando, además, su creador, George Lucas, no cree en ella? Ni John Waters en un delirio etílico podría imaginar algo tan disparatado.
Por último, tampoco faltan los seguidores con vena artística e ínfulas de director que se han puesto manos a la obra a elaborar sus propias historias partiendo del universo creado por Lucas. Por supuesto, los creadores también se reservan un papel dentro de su producción amateur, pues así pueden sentirse como un Obi-Wan Kenoby más. Supongo que en este caso la identificación con los personajes es aún más real que la que se consigue con los videojuegos.
Tengo la impresión de que George Lucas (a quien alguno ha comparado acertadamente con los productores del Hollywood clásico tipo David O. Selznick) es el primer sorprendido de las excentricidades que llega a hacer la gente por su película, y no me extrañaría nada que se riera por dentro cada vez que presencia escenas tan grotescas. Ha conseguido que muchas generaciones asocien su niñez con 'Star Wars', y ese aura sagrada es la que hace que tantas personas se recreen con estas aventuras deudoras del ciclo artúrico y las leyendas de espada y brujería.
Lucas, que es un maestro en esto de la mercadotecnia, ha conseguido a golpe de talonario que 'La venganza de los Sith' esté en boca de todos, no ya sólo de los seguidores más incondicionales. Con una campaña publicitaria tan agresiva, nadie se ha escapado de ver anuncios y más anuncios del inminente estreno. En su promoción, hasta se le pudo ver en el Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1, ya que la escudería Red Bull lucía en su chasis el cartel de la película (lástima que la fuerza no les acompañara durante la carrera).
Al contrario que las dos películas precedentes, ‘La venganza de los Sith’ ha obtenido el reconocimiento de la crítica. No obstante, no creo que a George Lucas eso le preocupe en demasía. Su signo es el del dólar, y convertir al menos durante un día a medio mundo en una jaula de grillos no tiene precio.
P.S.: Si el lector es avezado, como presupongo, se habrá dado cuenta de que no he utilizado en ningún momento la palabra freaky, por parecerme demasiado obvia y sobada.
Óscar Bartolomé