Sobre El Parnasillo

Ahora que ha terminado la cuarta temporada de ‘The Walking Dead’ (y de qué manera, con ese refugio y punto de encuentro, Terminus, del que todos sospechábamos que se convertiría en una trampa mortal, y que promete ser un holocausto caníbal similar al que pudimos ver en ‘La carretera’), es un buen momento para repasar la que es, sin duda, una de las series más exitosas, al menos a nivel de audiencia.
En primer lugar –y esto es un mérito de la serie–, debo admitir que antes de empezar a ver ‘The Walking Dead’ no me entusiasmaban las películas de zombis. ¿Por qué no? Todo era por una cuestión de perspectiva. Antes creía que en estas películas de terror los zombis eran los protagonistas, y claro, imaginar unas criaturas carentes de toda inteligencia que sólo buscan alimentarse de carne humana era una idea que no me atraía demasiado, y eso que no me considero remilgado con el gore. Pero luego descubrí que no era así, que estaba equivocado. En ‘The Walking Dead’ los protagonistas no son los zombis; los zombis son la excusa, el ruido de fondo, el detonante para explorar el instinto de supervivencia del hombre cuando se han desvanecido todas sus esperanzas y tiene que llegar hasta el límite de sus capacidades, físicas y mentales, sólo para seguir respirando un minuto más; y sabiendo, a pesar de todo, que su vida y la vida de sus seres queridos siempre estará amenazada. Porque el mayor peligro en ‘The Walking Dead’ no son los zombis (torpes y lentos, aunque a menudo concentrados en grandes manadas o rebaños), sino las personas, personas desesperadas en un mundo sin ley que poco a poco van perdiendo todas sus convicciones y todos sus reparos morales y que son capaces de cualquier cosa, cualquiera, hasta el acto más execrable, con tal de seguir viviendo un día más en un mundo donde realmente no merece la pena seguir vivo. ¿Qué serías capaz de hacer para proteger a tu familia? ¿Hasta dónde llegarías? A esas preguntas trata de responder la serie en su planteamiento hobbesiano. En ‘The Walking Dead’ el hombre es un lobo para el hombre.
This is not a democracy anymore!”, Rick Grimes.
Como todo el mundo sabe, ‘The Walking Dead’ está basada en las novelas gráficas de Robert Kirkman, quien también ejerce de asesor y productor ejecutivo. El primer showrunner de la serie y director del capítulo piloto fue el talentoso Frank Darabont, pero durante el rodaje de la segunda temporada fue despedido por desavenencias con la productora AMC por razones supuestamente presupuestarias (no se puede decir que Darabont esté teniendo mucha suerte con las series, ya que hace poco le pasó otro tanto con la estimable y subestimada ‘Mob City’), productora que, dicho sea de paso, se ha ganado una bien merecida fama de conflictiva por sus tira y afloja con los creativos de sus series estrella: Vince Gilligan (‘Breaking Bad’) y Matthew Weiner (‘Mad Men’). A Darabont le sucedió Glenn Mazzara, quien estaba haciendo un buen trabajo, pero de forma sorprendente decidió abandonar la serie al finalizar la tercera temporada. Desde entonces el guionista Scott M. Gimple es el actual showrunner, y esperemos que lo sea por mucho tiempo, porque tantos cambios en la dirección no pueden ser buenos. Cabe señalar que la serie no se ha resentido en exceso de estas turbulencias creativas, aunque no es menos cierto que si por algo se caracteriza ‘The Walking Dead’ es por la irregularidad de su ritmo narrativo. Dicho con otras palabras, ‘The Walking Dead’ es una serie capaz de darnos un capítulo memorable de ésos que te dejan boquiabierto y con uno de esos cliffhangers que hacen que te muerdas las uñas esperando el próximo capítulo, a episodios lentos e intrascendentes donde no ocurre casi nada, y que parecen meros rellenos. Esto ocurre, por ejemplo, en la granja de Hershel y en la prisión, donde se demora mucho la acción, así como en los capítulos protagonizados por Daryl y Beth y en otros donde se nos quiere mostrar el distanciamiento de Carl con respecto a su padre, malherido tras su enfrentamiento con el Gobernador, demasiado blandos para mi gusto.
En ‘The Walking Dead’, como en ‘Soy leyenda’, ‘REC’ o ’28 días después’, o en otras tantas películas de temática similar que han proliferado durante los últimos tiempos, surge el típico debate sobre si es una serie de zombis o de infectados, y es que los zombis originarios, ésos que comían cerebros, los de George A. Romero y ‘El amanecer de los muertos’, han quedado obsoletos. Ahora todo zombi es un infectado, y para el contagio siempre hay una explicación epidemiológica.
La ambientación apocalíptica de ‘The Walking Dead’ es un campo de cultivo ideal para mostrar la evolución psicológica de unos personajes llevados a su extremo. Aunque no hay un protagonista absoluto, si lo hubiera, éste sería Rick Grimes (Andrew Lincoln), policía y líder por naturaleza, y un hombre honrado que se ve obligado a toda clase de actos salvajes para salvar a su familia, entre los que se incluye el de matar a su desleal compañero Shane (John Bernthal, quien repitió con Frank Darabont en ‘Mob City’). En la aparente seguridad de la prisión Rick intenta convertirse, gracias a los sabios consejos de Hershel, en un granjero, pero la serie nos demuestra que en ese mundo tan sombrío nada es para siempre, y que al final el revólver es tu mejor e inseparable amigo.
¿De quién puedes fiarte en un mundo así? Ir por libre y vagar solo no es la mejor opción. Ahí fuera hay muchos peligros, y necesitas ayuda para sobrevivir, buscar protección y alimentos, un refugio más o menos seguro y alguien que haga de centinela cuando tienes que dormir. Pero las otras personas no siempre son la mejor compañía, porque tienen exactamente las mismas necesidades y las mismas carencias que tú, y la mayoría de ellos hará todo lo posible para arrebatarte lo que tienes, por poco que sea. Ante este desolador panorama, lo mejor es formar un grupo de personas afines, con un código de conducta y un reparto de tareas. Pero si toda convivencia es difícil, en esta sociedad desestructurada donde apenas queda rastro de civilización lo es mucho más. Sin cooperación es imposible no dormir con un ojo abierto y un cuchillo debajo de la almohada.
La aparición de Woodbury supuso un punto de inflexión en la serie. El Gobernador (David Morrissey), imborrable su imagen con el parche en el ojo, se erigió como el gran antagonista y azote de Rick. Hay que otorgarles a los guionistas todo el mérito que merecen, porque después de presentarnos un personaje tan abyecto, obsesivo y enajenado como el Gobernador, luego, cuando adoptó el nombre de Brian Heriot y fue protagonista de varios capítulos, consiguieron sacarle unas briznas de humanidad. Eso sí, su disputa con Rick no había quedado zanjada después de su fallida invasión a la cárcel, y era claro que uno de los dos tenía que morir.
Aparte de Rick, quizás el otro personaje que más ha crecido en ‘The Walking Dead’ y le ha desplazado incluso como uno de los más queridos es Daryl Dixon (Norman Reedus), un tipo duro, experto cazador y ballestero, pero con principios, lo que le diferencia de su hermano Merle. También Glenn (Steven Yeun) y Michonne (Danai Gurira), espectacular en su primera aparición, con la katana y ese camuflaje tan sui géneris, copan buena parte de la atención, así como Tyreese (Chad Coleman, visto en ‘The Wire’), otro líder nato. Luego hay un amplio abanico de personajes secundarios (Carol, Maggie, Sasha…), algunos de los cuales nos acompañan desde el principio y otros han ido incorporándose a medida que avanzaba la historia. En ‘The Walking Dead’, como en ‘Juego de Tronos’, hay un alto índice de mortandad, y excepto Rick y Daryl, de cualquiera de los demás me puedo esperar que lo eliminen.
Una de las curiosidades de la serie es que nunca se pronuncia en ella la palabra zombi, como tampoco living dead. Todos o casi todos los llaman walkers o caminantes, eufemismos para esquivar la obviedad, como si esas criaturas recurrentes del género de terror nunca hubieran poblado el imaginario colectivo de los personajes de ‘The Walking Dead’.
Pero esto es mera anécdota en comparación con algunas teorías que circulan por la Red, como la que insinúa que ‘Breaking Bad’ podría ser una precuela de ‘The Walking Dead’ y Walter White el causante del apocalipsis zombi por obra y gracia de su famosa metanfetamina azul. Esta teoría se apoya en varios detalles más o menos peregrinos o rebuscados, júzguenlo ustedes mismos, como por ejemplo, en una bolsa que Daryl saca de la mochila de Merle, confeso traficante de drogas, y que contiene medicamentos y unos sospechosos cristales azules en el fondo, o en el coche rojo que roba Glenn en la segunda temporada y que es el mismo modelo de Dodge Challenger que le compra Walter White a su hijo Junior. La publicación americana Hitfix.com, que es quien ha lanzado al aire esta arriesgada conjetura, va aún más lejos al deducir por la descripción que hace Daryl durante una conversación que mantiene con Beth que el proveedor de drogas de Merle podría haber sido el mismísimo Jesse Pinkman. En fin, esto último sí que me parece cogido por los pelos (lo otro, ya no tanto, porque, bien pensado, tampoco debe de ser tan infrecuente reutilizar material dentro de las series de una productora, incluso a modo de sutil guiño, pero sin que tenga ninguna otra significación ni doble sentido). Parece poco probable que ‘The Walking Dead’ vaya a dar ese giro inesperado, pero si lo hiciera, sería todo un bombazo, un Crossover sin precedentes; y sin ningún género de dudas, lo más sorprendente que se haya visto nunca en televisión. Veremos.
Créditos iniciales de The Walking Dead
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Óscar Bartolomé