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Críticas cinematográficas y análisis fílmicos
Fusión de las portadas de '2001: Una Odisea del Espacio' y 'Lo que el viento se llevó', o, lo que es lo mismo, cine de autor y cine de estudios.

Películas de arte y ensayo Vs Cine de entretenimiento

Una de las dicotomías que se establecen cuando se piensa en el cine es si se puede hablar de arte o tan sólo de espectáculo. Este tema de discusión ha hecho correr ríos de tinta y ha suscitado debates acalorados, sin que los partidarios de una y otra facción hayan llegado a un acuerdo.

Cada bando pone sobre el tapete sus argumentos: los defensores del cine como espectáculo lo consideran como un mero entretenimiento desprovisto de cualquier pretensión intelectual, mientras que los defensores del cine como arte le atribuyen unos valores artísticos y un afán o voluntad de trascendencia. ¿Quién tiene la razón en esta disputa? La respuesta es bien simple: los dos la tienen.

Lo primero que hay que observar es que el cine nació como un espectáculo de feria, como un artificio óptico que asombraba a un público ávido de nuevas sensaciones. El cine en sus orígenes, después de ser patentado por los hermanos Lumière, fue la herramienta de muchos personajes relacionados con el mundo del espectáculo y del entretenimiento, como el gran Georges Méliès, prestidigitador e ilusionista y propietario del teatro Robert Houdin. El cine desplazó en el gusto de los espectadores a otros aparatos ópticos y representaciones tradicionales de magia e ilusionismo como la linterna mágica y las sombras chinescas, dada su mayor espectacularidad.

Sin embargo, no menos cierto es que el cine ha evolucionado mucho desde entonces. En más de cien años de vida han sido muchos los directores que han ido creando con sus aportaciones, tanto técnicas como narrativas, un lenguaje cinematográfico, del montaje en paralelo de Griffith a la profundidad de campo y los planosecuencias de Orson Welles, pasando por las contribuciones de personalidades tan egregias como Eisenstein, Murnau, Kubrick o Malick, que con su talento y su sabiduría hicieron del cine algo más que un espectáculo; lo elevaron a la categoría de arte.

El concepto de cine como arte no aparece hasta la irrupción del llamado cine de autor, allá por los años 60 y 70. Hasta ese momento sólo existía el cine de estudios, un modelo de hacer cine en el que los productores tenían siempre la última palabra y decidían incluso en materia artística, para bien o para mal. Productores legendarios de aquella época, la edad dorada de Hollywood, son David O. Selznick o Darryl F. Zanuck, responsables en gran medida -casi en la misma medida que los que venían acreditados como sus autores intelectuales; a saber: directores y guionistas- de títulos emblemáticos como ‘Lo que el viento se llevó’ o ‘Las uvas de la ira’. Para estos productores, dueños absolutos de las películas desde su preproducción hasta su postproducción, los directores eran asalariados y fácilmente reemplazables unos por otros en función de las circunstancias –en pocas palabras: eran directores de encargo-, y, conociendo la predilección del público por determinadas estrellas del celuloide, elegían el reparto sin consultar con el encargado de dirigir a estos actores.

En el cine de estudios todo estaba planificado de antemano, incluso el metraje. Las películas tenían que ajustarse a una duración estándar de 90 minutos, pues si sobrepasaban ese tiempo se creía que el público se aburriría y abandonaría la sala. Siendo así, es comprensible que muchas de las películas rodadas en aquella época presenten un desenlace torpe y precipitado, como ‘Pasión ciega’, de Raoul Walsh.

Por extraño que parezca viendo este cuadro de injerencias entre lo pecuniario y lo creativo, en un sistema donde no se conocía la división de poderes, en este período se enmarcan obras imperecederas de cineastas como Ernst Lubitsch y Billy Wilder, por mencionar sólo a dos de sus más ilustres representantes –ambos, maestro y discípulo, de procedencia centroeuropea-, pero esto no sorprende tanto si se tiene en cuenta que incluso en regímenes tan castrantes como pudiera ser una dictadura, y con la tijera de la censura pendiendo sobre el material positivado como espada de Damocles, también se crearon obras maestras.

Como no podía ser de otra manera, el cine de estudios fomentaba los géneros, ya que los géneros son una forma de ponérselo fácil al espectador, puesto que con un solo golpe de vista puede formarse una idea sobre lo que va a ver en pantalla.

El cine de autor nace en una época convulsa en la que las salas de cine pierden público por la aparición de la televisión, en un momento de crisis similar al que ahora atraviesa el cine a causa de los nuevos soportes digitales y de la tan traída y llevada piratería informática. Eso marca el fin de la Edad de Oro y del star system considerado en su estricto sentido. A partir de ese momento los productores sólo se preocupan de que sus películas generen unos beneficios y sean rentables y, en su mayor parte, dejan ya de interferir en las decisiones artísticas, concediendo plenos poderes al director. El director, por su parte, comienza a ser considerado como el verdadero artífice de la película y su figura se realza, gozando de una independencia creativa impensable unos años atrás. Estas condiciones hacen que germine un nuevo tipo de cine, más experimental y arriesgado, y también más exigente con el público, que opta en mayor o menor medida por abolir los tópicos del género y por deconstruir la narrativa clásica, introduciendo elementos que rompen con el orden cronológico, como las digresiones, analepsis, prolepsis y elipsis. Al socaire de estos nuevos tiempos aparecen películas como ‘2001: Una Odisea del Espacio’, cuyo director, Stanley Kubrick, fue tal vez el máximo exponente del cine de autor, y también uno de los que disfrutó de mayores libertades creativas.

En paralelo a estos cambios que se operaban en Hollywood, en Europa surgía un movimiento cinematográfico decisivo para el devenir del cine, la Nouvelle Vague, promovida por los críticos de la prestigiosa revista Cahiers du Cinéma que aprendieron el oficio de su fundador, André Bazin, y que, no contentos con el cine que se hacía entonces, decidieron ponerse tras las cámaras. Liderados por François Truffaut y Jean-Luc Godard, los directores de la Nueva Ola abogaron por la fusión del cine con las demás artes, con la pintura, la música y la literatura, dotándole de mayor calado y envergadura.

Así pues, con el cine de autor llega el arte al cine, y con el arte el cine, o un determinado tipo de cine, deja de ser un espectáculo de masas para convertirse en disfrute de unas minorías o élites culturales –la dicotomía entre élite cultural y cultura de masas fue materia de controversia y estudio entre los autores de la Escuela de Fráncfort, Adorno y Horkheimer, principalmente-.

Si tiempo atrás sólo se consideraban entretenidas las slapstick comedies, los musicales y los westerns, ahora surge un público que encuentra entretenidas y demanda propuestas formales que rozan los límites de la abstracción. Las productoras, conscientes de su enorme potencial, empiezan a financiar películas destinadas a satisfacer a ese creciente nicho de mercado. El cine se atomiza y se abre a un nuevo público más preparado y exigente que demanda películas más conceptuales y reflexivas.

En consecuencia, en el cine conviven el arte y el espectáculo, que es tanto como decir que se hacen películas para todos los públicos, desde el más selecto y exquisito gourmet al consumidor de fast food. Desde la obra más personal e intimista hasta la superproducción más megalómana, todo espectador encontrará en ese amplio abanico alguna película que se aproxime a su gusto y sensibilidad. Para ello sólo tienen que converger dos factores: conocer los estrenos y conocerse a uno mismo.

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Óscar Bartolomé

Sobre El Parnasillo

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El Parnasillo es una página cultural con un recorrido de más de 10 años donde podrás leer críticas cinematográficas y análisis fílmicos y de series de televisión.
Con el tiempo también fui dando cabida a otros géneros literarios como el relato, los aforismos y la poesía, hasta convertirse en la plataforma o revista multicultural que es hoy en día.